El pasado miércoles 23 de agosto el mundo entero conoció el fallecimiento del jefe de la milicia Wagner, Yevgueni Prigozhin, apenas dos meses después de que protagonizó el desafío más serio contra el presidente de Rusia, Vladimir Putin, en más de dos décadas que tiene en el poder.
El hecho de que haya muerto en un presunto «accidente aéreo» y que las causas del siniestro aún no hayan sido aclaradas, despierta sospechas dentro y fuera del país, sobre todo teniendo en consideración que los servicios secretos rusos se deshacen de forma definitiva de los opositores, disidentes, defensores de los derechos humanos y críticos al mandatario.
La abrupta desaparición de Prigozhin no fue tomada con sorpresa, pues a lo largo de las últimas dos décadas al menos una veintena de opositores han fallecido en extrañas circunstancias, no solo en territorio ruso, sino también en el exterior.
Entre los primeros en perder la vida se encuentra el diputado Vladímir Golovliov, asesinado mientras paseaba a su perro. Aunque en principio mostró su apoyo a Putin, al poco tiempo rompió lazos con él y comenzó a criticarlo.
En menos de un año encontraron sin vida al también diputado Serguéi Yushenkov, en las calles de Moscú, por investigar los atentados contra unos edificios de apartamentos ocurridos en septiembre de 1999 y sospechar que habrían sido orquestados por los servicios secretos rusos.
Uno de los casos de mayor notoriedad en el ámbito internacional ocurrió en el año 2006, cuando fue asesinada la periodista Anna Politkovskaya, quien había denunciado violaciones a los derechos humanos en el diario ruso Novaya Gazeta.
Con el asesinato del ex viceprimer ministro Boris Nemtsov, nueve años después, comenzaron a sembrarse las sospechas de que el Kremlin estaría detrás de las misteriosas muertes de los opositores. El homicidio se registró cerca del edificio donde Putin tiene su despacho.
En general, entre las posibles víctimas del gobierno ruso hay políticos, periodistas y activistas de Derechos Humanos críticos con el Estado. Algunos que decidieron marcharse del país, pensando que así estarían a salvo, no lograron escapar de las letales medidas del Kremlin y fallecieron en el exilio.
Uno de los casos más recordados es el del exespía Alexander Litvinenko, quien murió en un hospital de Londres en 2006 tras enfermarse repentinamente. Las investigaciones arrojaron que fue envenenado con polonio 210 (un material altamente radioactivo). Litvinenko había denunciado que sus superiores le habían ordenado que asesinara al oligarca Boris Berezovksy.
Por otro lado, el exespía Serguéi Skripal y su hija Yulia, disidentes rusos exiliados en Reino Unido, fueron envenenados con Novichok. Skripal había sido condenado por la justicia rusa a 13 años de prisión por el delito de traición.
A la larga lista se suman numerosos nombres de exfuncionarios y oligarcas rusos que fallecieron en extrañas circunstancias desde el inicio de la invasión rusa a Ucrania, como el caso del presidente del gigante petrolero ruso Lukoil, Ravil Maganov, quien murió tras «caerse de una ventana» en el hospital donde estaba internado.
Redacción Maduradas con información de BBC Mundo
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